Emblema de Nuncainvierno |
Con esta entrada se inicia nuestra campaña de Reinos Olvidados, cuya primera partida es Old Feodol's Basement, perteneciente The Adventure Begins (DCC #29). Así que, a partir de estas líneas hay SPOILERS.
Los hechos que aquí les relato comienzan en La Serpiente Resplandeciente, la casa de huéspedes más grande y popular de Nuncainvierno, una ciudad de la Costa de la Espada al oeste de Faerûn, continente principal de los Reinos Olvidados. La noche es la del décimo día de Mirtul de 1368 CV...
La velada transcurría en aparente normalidad, un tipo sombrío observaba cuidadosamente lo que pasaba a su alrededor: un granjero algo perjudicado vocifera al tabernero solicitando otra ronda, un rumor de discusión afuera, el obligado traqueteo de las camareras aviando comandas, un viejo y solitario marino ahogado en ron en el otro extremo, un grandullón con un papel en la mano y aspecto de forastero.
De repente achicó los ojos concentrándose más en sus oídos, algo pasaba fuera y más gente se había dado cuenta. Gauldaug se levantó rápido pero dejó salir primero al humano y observó con detenimiento lo que iba a pasar. Éste, un tipo ágil con un arco largo a la espalda, pudo ver cómo dos figuras intentaban robar a un hombre con túnica que yacía en el suelo pero en cuanto vieron abrirse la puerta de la posada salieron corriendo hacia el parque. Zogrosh, el explorador, comprobó que el viejo en el suelo estaba ya moribundo. Tras ellos, un hombre con un emblema sagrado intervino: - aparta chico, déjame que le ayude -.
Hagen, paladín de Tyr, impuso las manos sobre el anciano mago pero era demasiado tarde para él, había recibido una puñalada mortal. Al menos le otorgó fuerzas suficientes para sacar una especie de mapa de un bolsillo oculto en sus mangas y entregárselo al paladín expirando su último aliento. En el quicio de la puerta de la posada se apoyaba el grandullón de antes que contemplaba la escena cuando salió el posadero pidiendo explicaciones de lo que allí había sucedido. A continuación llamaron a la guardia de la ciudad para que se encargara del cadáver.
Pronto se juntaron en una de las mesas de la posada: Gauldaug, el encapuchado sombrío; Zogrosh, el explorador; Groj, el bárbaro del Norte y Hagen, el paladín de Tyr. Entendieron que, para ganarse las habichuelas, en grupo tendrían más opciones que por separado así que empezaron a hablar de formar grupo mientras se empezaba a servir la cena y un bardo amenizaba cantando simpáticas tonadillas.
Bien, yo tengo un encargo y me vendríais bastante bien - habló el bárbaro -. Un tal Dennel Batharda ha contactado conmigo: se trata de buscar el testamento de su padre y llevárselo a su contacto Gilles. Al parecer hay que encontrarlo antes que su hermana, una tal Larissa del gremio de ladrones que pretende falsificarlo. Por este trabajo tan sencillo prometen un pago de 200 monedas de oro por cabeza.
- Al oír esto, Zogrosh se sobresaltó, - ¿Cómo dices? Conmigo contactó una mujer que fácilmente podría ser esa Larissa. Tengo aquí una carta en la que encarga recuperar un testamento pagando 400 monedas. Entiendo que esta doble contratación podría ser una trampa, ¿qué os parece?
A estas alturas se percataron de que el bardo que cantaba en la posada se había acercado hasta ellos y les miraba con ilusión
Nobles gentes, mi nombre es Khaled, ¿verían bien que les acompañara?
¿Y de qué ibas a servirnos tú, eh? - contestó el bárbaro. - Mira, si consigues que el posadero nos invite a todos, estás dentro, ¡JAJAJA!
Eso está hecho - contestó Khaled.
El bardo afinó su laúd, sin duda alguna obra maestra de artesanía musical, y comenzó a tocar. Mezclaba oda y canción e improvisaba hazañas inventadas de los cuatro aventureros. En un momento toda la parroquia dejó de cenar para atender a la actuación. Cuando terminó prorrumpieron en aplausos y el tabernero vino emocionado a su mesa: señores, ¡están ustedes invitados a pernocta y cena! Y entonces ya eran cinco.
Al ver esto, Hagen le alcanzó el mapa recientemente obtenido al bardo por si podía ayudarle con los emblemas que tenía en su anverso. Khaled afinó entonces de nuevo su laúd y se concentró exclusivamente en el papel que tenía delante. De pronto sus ojos se perdieron en la nada y tras unos instantes les explicó lo que decían los símbolos arcanos: el mapa (de la zona, según indicó el explorador) mostraba la ubicación de la Torre de la Perla Negra; una torre que emerge de las aguas una vez cada diez años cuando la marea es propicia y en la que se dice que se esconde una enorme perla negra de ignotos poderes. Sin embargo, también una advertencia: "un horrible destino aguarda a los que la saquen". Lo malo es que no supieron entender las coordenadas astronómicas que marcaban la siguiente aparición así que decidieron concentrarse primero en la tarea más mundana que tenían entre manos.
A la mañana siguiente, bien temprano, salieron en busca de un chico mensajero - en Nuncainvierno algunos jóvenes se sacan unas monedas de cobre transportando recados de aquí allá - que les condujera a la casa del viejo Feodol. Al parecer, según contó Hagen la noche anterior, le habían encomendado desde el templo mediar en un asunto de herencias entre dos hermanos; el tema parecía complicarse por momentos.
El viejo Feodol había sido un ganadero y comerciante local, fallecido dos decanas atrás, que hizo bastante fortuna en su día aunque el aspecto externo de su mansión daba la impresión de llevar abandonada varios años. Observaron por una ventana y llamaron varias veces a la puerta antes de entrar. La puerta estaba abierta y daba paso a un recibidor. Tenía aspecto de llevar tiempo bastante abandonada, las escaleras al piso de arriba estaban destruidas y todo estaba muy cubierto de polvo. Recorrieron la planta baja pasando por la apestosa cocina hasta llegar a una sala aledaña al recibidor con las escaleras que daban al sótano.
Bajaron todos en fila de a uno y accedieron al sótano. Esta estancia sí daba la impresión de haber sido utilizada hasta hace poco aunque también de que alguien hubiera estado buscando algo en ella. Todos los cajones de la cómoda habían sido arrancados y su contenido esparcido por el suelo. Allí había un batín con unos frutos secos en uno de los bolsillos, la pipa y el tabaco de manzana del viejo Feodol, un mapa de la zona con las rutas comerciales, un cuadro del viejo en sus tiempos mozos, otro cuadro bastante bien cuidado de la que debió de ser su esposa y un espejo algo deteriorado pero con un buen marco.
Hagen se probó el batín para rebuscar en los bolsillos y comprobar si tenía alguna propiedad mágica, cosa que descartó enseguida. No obstante, Khaled se lo pidió y decidió realizar el resto de la exploración con él puesto. Un tipo peculiar, sin duda, pensó el resto. Estuvieron unos cuantos minutos revisando las paredes en busca de algún resquicio que se les hubiese pasado por alto y, cuando ya estaban pensando en intentar revisar el piso de arriba con un garfio de escalada, Hagen descubrió una puerta secreta. Quien quisiera que había estado allí revolviéndolo todo, no había sido capaz de encontrar el pasadizo.
Accedieron a lo que parecía un estudio: al fondo había una silla acojinada junto a la chimenea y junto al muro norte una mesa de trabajo y una estantería con matraces y latas; a su izquierda un escritorio de madera y tras él, ¡un perro guardián! que lanzó un par de gruñidos hacia ellos. En cuanto se adentraron en la habitación el perro atacó pero no le dio tiempo más que a engancharse en las pieles de Groj justo antes de recibir un tremendo martillazo en sus cuartos traseros. El animal cayó al suelo inconsciente y agonizando. En esa habitación recogieron un mapa que había sobre el escritorio con los planes comerciales de Feodol en la comarca. Zogrosh, el explorador, estuvo revisando las hierbas y bálsamos sobre la mesa y se quedó con algunos de ellos pues podrían ser curativas. Sin embargo, habían pasado por alto echar un vistazo a las latas de la estantería.
La puerta sur daba paso a la sala de trofeos del viejo; allí había documentos enmarcados, una armadura de placas ruinosa, un cartel de cruce de caminos y la cabeza de una horrible criatura con aspecto de insecto pero con enormes ojos de caballo. Zogrosh les informó que se trataba de un Monstruo Corrosivo. La sala tenía dos puertas de madera, una al oeste y otra al sur. Mientras Hagen investigaba la armadura encontró una placa a los pies que rezaba "Lord Arnost", el nombre le recordaba a un noble desaparecido unos años atrás. Por otro lado, Khaled y Groj movían la cabeza disecada del monstruo y descubrieron que presionando el soporte se oía un ruido mecánico en alguna parte de la habitación.
Moviéndose por una repisa en la parte alta de los muros, unos monos entrenados lanzaban piedras a nuestros aguerridos aventureros. Aunque los pequeños cantos impactaban, no eran más que pequeñas molestias contra las armaduras. Curiosamente los monos nunca atacaban a Khaled, que seguía vistiendo el batín del viejo Feodol. Sacando los frutos del bolsillo se los tiró a los monos que desaparecieron por una oquedad felices con sus tesoros.
La puerta oeste se encontraba cerrada con llave e hicieron varios experimentos pulsando y levantando el mecanismo del soporte pero no conseguían abrirla. Gauldaug les indicó que el sonido mecánico provenía de la otra puerta. Sin pensarlo dos veces, Hagen la abrió y accedió al pasillo. Afortunadamente Tyr vela por él y consiguió esquivar en el último momento la puerta de rastrillo que cayó a un paso delante de él. En ese momento comprendieron que el ruido mecánico que oían correspondía con el mecanismo de rearme de la trampa.
Groj pasó dando un salto hacia el pasillo para tantear la pared e, inexplicablemente, Hagen volvió a atravesar el umbral de la puerta trampa con tan mala suerte que esta vez si le hirió. Los compañeros accionaron de nuevo el dispositivo para que ambos salieran tras comprobar que no había puertas secretas en esa zona ciega.
Mientras tanto Khaled se afanaba con las ganzúas y la puerta oeste pero no conseguía abrir la cerradura. Dando un paso atrás dejó hacer al bueno de Groj y su inseparable martillo, la puerta no soportó la primera embestida.
Accedieron a otra estancia similar (también con repisa) desde la que los monos se aprovisionaban con más cantos rodados. Sin embargo, en ésta, sobre una bala de heno aguardaban un par de babuinos entrenados que saltaron a por los intrusos nada más entrar. Gauldaug y Zogrosh cargaron prestos sus arcos y acertaron con sendas flechas, uno en cada babuino. Lo que no sabían los animales es que, cuando se cruzaran en su avance con la carga de Groj, fallecerían los dos. Esta habitación tenía un par de puertas. La oeste daba acceso a una pequeña despensa con harina, frascas de agua, huevos podridos y fruta seca.
La puerta norte era de hierro y eso, amigos, no pronosticaba nada bueno. Estaba cerrada con llave así que Khaled se dispuso a forzar la cerradura como de costumbre. Justo antes de insertar sus finas ganzúas, observó una pequeña portezuela en la parte de abajo, algo más pequeña que una gatera así que levantó con la punta de su espada corta con mucho cuidado y observó. Estaba bastante oscuro así que lo único que atinó a vislumbrar era un estrechamiento de la estancia unos pocos metros más adelante.
Antes de arriesgarse a abrir Zogrosh se asomó también. Su olfato de rastreador no le falló: unas pequeñas manchas de cera roja bajo la portezuela y un extraño sonido como de ropa húmeda arrastrándose. Todos quedaban en alerta. No hubo suerte tampoco esta vez con la cerradura así que, aun siendo de hierro, Groj tuvo que reventarla en cuatro o cinco buenos golpes. Veremos qué sucede cuando la misión implique sigilo.
La estancia, con forma de reloj de arena (esto es, con un estrechamiento en su parte central) estaba ténuemente iluminada. Al fondo, sobre una mesa descansaba el ansiado libro forrado en cuero verde, una carta, cuatro esmeraldas grandes y dos pequeños viales. Todos permanecían dubitativos antes de entrar así que, transcurrido un breve lapso, Hagen se decidió a liderar la marcha y unos cuantos entraron tras él.
La habitación estaba vacía salvo por la mesa así que fueron directos a por el libro. Lo que sucedió es que, a la altura del estrechamiento algo mordió a Groj y también a Hagen pero no pudieron verlo. Siguieron su avance pero para la segunda vez estaban preparados. Groj golpeó con su martillo hacia la zona de donde vino el mordisco e impactó en algo blando. Una criatura invisible podía aguarles el final de fiesta.
Mientras Hagen cogía el testamento y se volvía para salir de la estancia comenzaba a recibir más mordiscos cada poco tiempo. Del mismo modo que su compañero, golpeaba con su espada larga las zonas de donde provenían los mordiscos pero la mayoría de veces golpeaba el aire y muy pocas tenían éxito. Además Hagen tuvo que volverse a la mesa a por la carta mientras Groj rapiñaba el resto de objetos.
Finalmente, los que habían entrado salieron de la estancia y se dispusieron a cerrar la puerta. Oh vaya, si no la hubiérais destrozado... Aún no estaban a salvo, el monstruo invisible - posiblemente un hongo según los pocos rastros que veía Zogrosh en las heridas de sus camaradas - seguía atacándoles así que todos seguían recibiendo su parte. De pronto Gauldaug tuvo una espléndida idea (es decir, al fin gastaron un Punto de Acción). Corrió raudo a la despensa a por el saco de harina, esperó paciente a que uno de sus compañeros recibiera un mordisco y lanzó el contenido hacia la nada con tan buena fortuna que manchó a la criatura de harina. Ellos tenían un blanco y Groj un martillo. Nada más que añadir, señoría.
Deshicieron el camino andado por todas las estancias del sótano para cruzar el umbral de la puerta secreta inicial. Allí les esperaban Gilles, el mago ayudante de Dennel, y Aronarg el trasgo, esbirro de Larissa. No iba a ser tan sencillo salir de allí. Gilles quería que le entregasen el testamento y los aventureros querían ver antes el dinero. Por precaución, Gilles lo había escondido fuera. Sin embargo, Hagen el paladín no estaba dispuesto a entregarlo: en la carta se encontraba la última voluntad del viejo Feodol que indicaba claramente entregar el testamento y el mapa que lo acompañaba a un tal Terisin, druida de la zona.
La conversación se tensaba por momentos y nadie estaba dispuesto a dar su brazo a torcer - mientras, el trago aguardaba de brazos cruzados apoyado en una columna del sótano -. Gilles fue el que primero perdió la paciencia y comenzó a conjurar pero no fue lo suficientemente rápido. Como puro acto reflejo, Groj lanzó un golpe frontal sordo de su martillo a la nuez del mago y lo dejó afónico escupiendo sangre antes de que le diese tiempo a terminar el conjuro. Ay si hubiese podido lanzar el Dormir...
Cogieron al mago herido y se disponían a arrastrarlo escaleras arriba. Cuál fue su sorpresa cuando intentaron abrir la puerta pues ahora estaba cerrada pero, tras un vistazo de Khaled el bardo, vieron que no había cerrojo echado. Sin embargo, no podían abrirla; le ordenaron al trasgo que abriera y éste dijo que antes no estaba cerrada, olía a magia. Groj y Aronarg se estudiaban mutuamente, martillo y tridente en mano. El sibilino Gauldaug se ocultó junto a la puerta en sus propias narices sin que se diese cuenta.
Así, cuando Aronarg fue a abrir para comprobar con sus propias manos que no era un truco, Gauldaug le agarró por la espalda y puso un cuchillo en su cuello. No siempre gana la fuerza bruta. Ahora le tenían desarmado pero no había acuerdo posible entre las partes. Salieron por la puerta de la ruinosa mansión con dos prisioneros y decidieron encaminarse a la Sala de Justicia para poner fin a las diatribas.
Pero eso, amigos, será otra historia.
Hagen, paladín de Tyr, impuso las manos sobre el anciano mago pero era demasiado tarde para él, había recibido una puñalada mortal. Al menos le otorgó fuerzas suficientes para sacar una especie de mapa de un bolsillo oculto en sus mangas y entregárselo al paladín expirando su último aliento. En el quicio de la puerta de la posada se apoyaba el grandullón de antes que contemplaba la escena cuando salió el posadero pidiendo explicaciones de lo que allí había sucedido. A continuación llamaron a la guardia de la ciudad para que se encargara del cadáver.
Pronto se juntaron en una de las mesas de la posada: Gauldaug, el encapuchado sombrío; Zogrosh, el explorador; Groj, el bárbaro del Norte y Hagen, el paladín de Tyr. Entendieron que, para ganarse las habichuelas, en grupo tendrían más opciones que por separado así que empezaron a hablar de formar grupo mientras se empezaba a servir la cena y un bardo amenizaba cantando simpáticas tonadillas.
Bien, yo tengo un encargo y me vendríais bastante bien - habló el bárbaro -. Un tal Dennel Batharda ha contactado conmigo: se trata de buscar el testamento de su padre y llevárselo a su contacto Gilles. Al parecer hay que encontrarlo antes que su hermana, una tal Larissa del gremio de ladrones que pretende falsificarlo. Por este trabajo tan sencillo prometen un pago de 200 monedas de oro por cabeza.
- Al oír esto, Zogrosh se sobresaltó, - ¿Cómo dices? Conmigo contactó una mujer que fácilmente podría ser esa Larissa. Tengo aquí una carta en la que encarga recuperar un testamento pagando 400 monedas. Entiendo que esta doble contratación podría ser una trampa, ¿qué os parece?
A estas alturas se percataron de que el bardo que cantaba en la posada se había acercado hasta ellos y les miraba con ilusión
Nobles gentes, mi nombre es Khaled, ¿verían bien que les acompañara?
¿Y de qué ibas a servirnos tú, eh? - contestó el bárbaro. - Mira, si consigues que el posadero nos invite a todos, estás dentro, ¡JAJAJA!
Eso está hecho - contestó Khaled.
El bardo afinó su laúd, sin duda alguna obra maestra de artesanía musical, y comenzó a tocar. Mezclaba oda y canción e improvisaba hazañas inventadas de los cuatro aventureros. En un momento toda la parroquia dejó de cenar para atender a la actuación. Cuando terminó prorrumpieron en aplausos y el tabernero vino emocionado a su mesa: señores, ¡están ustedes invitados a pernocta y cena! Y entonces ya eran cinco.
Al ver esto, Hagen le alcanzó el mapa recientemente obtenido al bardo por si podía ayudarle con los emblemas que tenía en su anverso. Khaled afinó entonces de nuevo su laúd y se concentró exclusivamente en el papel que tenía delante. De pronto sus ojos se perdieron en la nada y tras unos instantes les explicó lo que decían los símbolos arcanos: el mapa (de la zona, según indicó el explorador) mostraba la ubicación de la Torre de la Perla Negra; una torre que emerge de las aguas una vez cada diez años cuando la marea es propicia y en la que se dice que se esconde una enorme perla negra de ignotos poderes. Sin embargo, también una advertencia: "un horrible destino aguarda a los que la saquen". Lo malo es que no supieron entender las coordenadas astronómicas que marcaban la siguiente aparición así que decidieron concentrarse primero en la tarea más mundana que tenían entre manos.
A la mañana siguiente, bien temprano, salieron en busca de un chico mensajero - en Nuncainvierno algunos jóvenes se sacan unas monedas de cobre transportando recados de aquí allá - que les condujera a la casa del viejo Feodol. Al parecer, según contó Hagen la noche anterior, le habían encomendado desde el templo mediar en un asunto de herencias entre dos hermanos; el tema parecía complicarse por momentos.
El viejo Feodol había sido un ganadero y comerciante local, fallecido dos decanas atrás, que hizo bastante fortuna en su día aunque el aspecto externo de su mansión daba la impresión de llevar abandonada varios años. Observaron por una ventana y llamaron varias veces a la puerta antes de entrar. La puerta estaba abierta y daba paso a un recibidor. Tenía aspecto de llevar tiempo bastante abandonada, las escaleras al piso de arriba estaban destruidas y todo estaba muy cubierto de polvo. Recorrieron la planta baja pasando por la apestosa cocina hasta llegar a una sala aledaña al recibidor con las escaleras que daban al sótano.
Bajaron todos en fila de a uno y accedieron al sótano. Esta estancia sí daba la impresión de haber sido utilizada hasta hace poco aunque también de que alguien hubiera estado buscando algo en ella. Todos los cajones de la cómoda habían sido arrancados y su contenido esparcido por el suelo. Allí había un batín con unos frutos secos en uno de los bolsillos, la pipa y el tabaco de manzana del viejo Feodol, un mapa de la zona con las rutas comerciales, un cuadro del viejo en sus tiempos mozos, otro cuadro bastante bien cuidado de la que debió de ser su esposa y un espejo algo deteriorado pero con un buen marco.
Hagen se probó el batín para rebuscar en los bolsillos y comprobar si tenía alguna propiedad mágica, cosa que descartó enseguida. No obstante, Khaled se lo pidió y decidió realizar el resto de la exploración con él puesto. Un tipo peculiar, sin duda, pensó el resto. Estuvieron unos cuantos minutos revisando las paredes en busca de algún resquicio que se les hubiese pasado por alto y, cuando ya estaban pensando en intentar revisar el piso de arriba con un garfio de escalada, Hagen descubrió una puerta secreta. Quien quisiera que había estado allí revolviéndolo todo, no había sido capaz de encontrar el pasadizo.
Accedieron a lo que parecía un estudio: al fondo había una silla acojinada junto a la chimenea y junto al muro norte una mesa de trabajo y una estantería con matraces y latas; a su izquierda un escritorio de madera y tras él, ¡un perro guardián! que lanzó un par de gruñidos hacia ellos. En cuanto se adentraron en la habitación el perro atacó pero no le dio tiempo más que a engancharse en las pieles de Groj justo antes de recibir un tremendo martillazo en sus cuartos traseros. El animal cayó al suelo inconsciente y agonizando. En esa habitación recogieron un mapa que había sobre el escritorio con los planes comerciales de Feodol en la comarca. Zogrosh, el explorador, estuvo revisando las hierbas y bálsamos sobre la mesa y se quedó con algunos de ellos pues podrían ser curativas. Sin embargo, habían pasado por alto echar un vistazo a las latas de la estantería.
La puerta sur daba paso a la sala de trofeos del viejo; allí había documentos enmarcados, una armadura de placas ruinosa, un cartel de cruce de caminos y la cabeza de una horrible criatura con aspecto de insecto pero con enormes ojos de caballo. Zogrosh les informó que se trataba de un Monstruo Corrosivo. La sala tenía dos puertas de madera, una al oeste y otra al sur. Mientras Hagen investigaba la armadura encontró una placa a los pies que rezaba "Lord Arnost", el nombre le recordaba a un noble desaparecido unos años atrás. Por otro lado, Khaled y Groj movían la cabeza disecada del monstruo y descubrieron que presionando el soporte se oía un ruido mecánico en alguna parte de la habitación.
Moviéndose por una repisa en la parte alta de los muros, unos monos entrenados lanzaban piedras a nuestros aguerridos aventureros. Aunque los pequeños cantos impactaban, no eran más que pequeñas molestias contra las armaduras. Curiosamente los monos nunca atacaban a Khaled, que seguía vistiendo el batín del viejo Feodol. Sacando los frutos del bolsillo se los tiró a los monos que desaparecieron por una oquedad felices con sus tesoros.
La puerta oeste se encontraba cerrada con llave e hicieron varios experimentos pulsando y levantando el mecanismo del soporte pero no conseguían abrirla. Gauldaug les indicó que el sonido mecánico provenía de la otra puerta. Sin pensarlo dos veces, Hagen la abrió y accedió al pasillo. Afortunadamente Tyr vela por él y consiguió esquivar en el último momento la puerta de rastrillo que cayó a un paso delante de él. En ese momento comprendieron que el ruido mecánico que oían correspondía con el mecanismo de rearme de la trampa.
Groj pasó dando un salto hacia el pasillo para tantear la pared e, inexplicablemente, Hagen volvió a atravesar el umbral de la puerta trampa con tan mala suerte que esta vez si le hirió. Los compañeros accionaron de nuevo el dispositivo para que ambos salieran tras comprobar que no había puertas secretas en esa zona ciega.
Mientras tanto Khaled se afanaba con las ganzúas y la puerta oeste pero no conseguía abrir la cerradura. Dando un paso atrás dejó hacer al bueno de Groj y su inseparable martillo, la puerta no soportó la primera embestida.
Accedieron a otra estancia similar (también con repisa) desde la que los monos se aprovisionaban con más cantos rodados. Sin embargo, en ésta, sobre una bala de heno aguardaban un par de babuinos entrenados que saltaron a por los intrusos nada más entrar. Gauldaug y Zogrosh cargaron prestos sus arcos y acertaron con sendas flechas, uno en cada babuino. Lo que no sabían los animales es que, cuando se cruzaran en su avance con la carga de Groj, fallecerían los dos. Esta habitación tenía un par de puertas. La oeste daba acceso a una pequeña despensa con harina, frascas de agua, huevos podridos y fruta seca.
La puerta norte era de hierro y eso, amigos, no pronosticaba nada bueno. Estaba cerrada con llave así que Khaled se dispuso a forzar la cerradura como de costumbre. Justo antes de insertar sus finas ganzúas, observó una pequeña portezuela en la parte de abajo, algo más pequeña que una gatera así que levantó con la punta de su espada corta con mucho cuidado y observó. Estaba bastante oscuro así que lo único que atinó a vislumbrar era un estrechamiento de la estancia unos pocos metros más adelante.
Antes de arriesgarse a abrir Zogrosh se asomó también. Su olfato de rastreador no le falló: unas pequeñas manchas de cera roja bajo la portezuela y un extraño sonido como de ropa húmeda arrastrándose. Todos quedaban en alerta. No hubo suerte tampoco esta vez con la cerradura así que, aun siendo de hierro, Groj tuvo que reventarla en cuatro o cinco buenos golpes. Veremos qué sucede cuando la misión implique sigilo.
La estancia, con forma de reloj de arena (esto es, con un estrechamiento en su parte central) estaba ténuemente iluminada. Al fondo, sobre una mesa descansaba el ansiado libro forrado en cuero verde, una carta, cuatro esmeraldas grandes y dos pequeños viales. Todos permanecían dubitativos antes de entrar así que, transcurrido un breve lapso, Hagen se decidió a liderar la marcha y unos cuantos entraron tras él.
La habitación estaba vacía salvo por la mesa así que fueron directos a por el libro. Lo que sucedió es que, a la altura del estrechamiento algo mordió a Groj y también a Hagen pero no pudieron verlo. Siguieron su avance pero para la segunda vez estaban preparados. Groj golpeó con su martillo hacia la zona de donde vino el mordisco e impactó en algo blando. Una criatura invisible podía aguarles el final de fiesta.
Mientras Hagen cogía el testamento y se volvía para salir de la estancia comenzaba a recibir más mordiscos cada poco tiempo. Del mismo modo que su compañero, golpeaba con su espada larga las zonas de donde provenían los mordiscos pero la mayoría de veces golpeaba el aire y muy pocas tenían éxito. Además Hagen tuvo que volverse a la mesa a por la carta mientras Groj rapiñaba el resto de objetos.
Finalmente, los que habían entrado salieron de la estancia y se dispusieron a cerrar la puerta. Oh vaya, si no la hubiérais destrozado... Aún no estaban a salvo, el monstruo invisible - posiblemente un hongo según los pocos rastros que veía Zogrosh en las heridas de sus camaradas - seguía atacándoles así que todos seguían recibiendo su parte. De pronto Gauldaug tuvo una espléndida idea (es decir, al fin gastaron un Punto de Acción). Corrió raudo a la despensa a por el saco de harina, esperó paciente a que uno de sus compañeros recibiera un mordisco y lanzó el contenido hacia la nada con tan buena fortuna que manchó a la criatura de harina. Ellos tenían un blanco y Groj un martillo. Nada más que añadir, señoría.
Deshicieron el camino andado por todas las estancias del sótano para cruzar el umbral de la puerta secreta inicial. Allí les esperaban Gilles, el mago ayudante de Dennel, y Aronarg el trasgo, esbirro de Larissa. No iba a ser tan sencillo salir de allí. Gilles quería que le entregasen el testamento y los aventureros querían ver antes el dinero. Por precaución, Gilles lo había escondido fuera. Sin embargo, Hagen el paladín no estaba dispuesto a entregarlo: en la carta se encontraba la última voluntad del viejo Feodol que indicaba claramente entregar el testamento y el mapa que lo acompañaba a un tal Terisin, druida de la zona.
La conversación se tensaba por momentos y nadie estaba dispuesto a dar su brazo a torcer - mientras, el trago aguardaba de brazos cruzados apoyado en una columna del sótano -. Gilles fue el que primero perdió la paciencia y comenzó a conjurar pero no fue lo suficientemente rápido. Como puro acto reflejo, Groj lanzó un golpe frontal sordo de su martillo a la nuez del mago y lo dejó afónico escupiendo sangre antes de que le diese tiempo a terminar el conjuro. Ay si hubiese podido lanzar el Dormir...
Cogieron al mago herido y se disponían a arrastrarlo escaleras arriba. Cuál fue su sorpresa cuando intentaron abrir la puerta pues ahora estaba cerrada pero, tras un vistazo de Khaled el bardo, vieron que no había cerrojo echado. Sin embargo, no podían abrirla; le ordenaron al trasgo que abriera y éste dijo que antes no estaba cerrada, olía a magia. Groj y Aronarg se estudiaban mutuamente, martillo y tridente en mano. El sibilino Gauldaug se ocultó junto a la puerta en sus propias narices sin que se diese cuenta.
Así, cuando Aronarg fue a abrir para comprobar con sus propias manos que no era un truco, Gauldaug le agarró por la espalda y puso un cuchillo en su cuello. No siempre gana la fuerza bruta. Ahora le tenían desarmado pero no había acuerdo posible entre las partes. Salieron por la puerta de la ruinosa mansión con dos prisioneros y decidieron encaminarse a la Sala de Justicia para poner fin a las diatribas.
Pero eso, amigos, será otra historia.
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