Yo quería volver a dirigir en mis
queridos Reinos Olvidados y parecía que la opción lógica era utilizar su juego
padre: Dungeons & Dragons. Pero,
¿qué edición elegir? La segunda (AD&D2E) era la que yo mejor manejaba en su
día pero, tras tantos años de sequía, quedaba ya muy lejana. Para poder jugar
con un mínimo de calidad tendría que releer las reglas y si había que empezar “de
cero” parecía mejor idea elegir una edición más actual. La cuarta quedó descartada el primer día que ojeé su Manual del Jugador y la quinta aún estaba en
pañales.
Entonces parecía abocado a
empollarme D&D3.5. Ya conocía lo mínimo imprescindible para empezar:
creación de PJs, combate básico y cuatro cosas más. A medida que fuéramos realizando
partidas llegaría lo demás. Sabía que tendría que estudiar dotes y demás
mandanga. Sin embargo, había un tema que nunca me había terminado de convencer del
más vetusto de los juegos de rol: el sistema de magia vanciano.
Ahí fue cuando descubrí NSd20, un juego
de rol genérico multiambiental en español ideado por Nosolorol en los albores de
la OGL (Open Gaming License). Mi
primera idea surgió tras leer el mencionado libro: creación de personajes por
puntos, un sistema de magia que evitaba el mecanismo aprender-olvidar y, dado
que estaba basado en el sistema d20, la adaptación no podía ser traumática.
Sin embargo había detalles que no
terminaban de encajarme. Un PJ creado con 75 puntos parecía bastante más
poderoso que un nivel 1 de D&D, no veía cómo proceder con la magia divina
y, en definitiva, al tratarse de un juego tan genérico el trabajo de adaptación
seguramente costara más de lo que pensé en un primer momento.
La recomendación de un sabio
rolero vino a resolver mis dudas: El Reino de la Sombra. De la misma editorial,
este juego adaptaba el sistema NSd20 a la fantasía medieval y respondía
prácticamente a cualquier duda que me pudiera surgir en esta empresa. ¿Qué
restaba por hacer? Crear las plantillas de raza y clase de mis amados Reinos
Olvidados.
16 de junio de 2013
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